domingo, 17 de junio de 2012

Hártate de todos, menos de mí.

"Tan chiquita y ya tienes el corazón más amargo que yo", me dijo mi mamá.
A lo mejor sí, a lo mejor ya me amargué la vida desde ahorita...
a lo mejor ya estoy bien podrida por dentro.
¿Y qué?, si al final de nuestros días todos vamos a terminar igual de hartos de la vida...qué más da adelantarse los años.
Yo no ando de jetas, como dirían por ahí. No me gustan las jetas...porque por qué chingados se va a estar enterando la gente lo que siento y lo que no siento.
Y al final, las jetas son las que delatan al corazón.
Si mi corazón está amargo o no, ese es problema mío, no de la gente.
Pero mi corazón no sólo está amargo; también está seco, y harto, y aburrido...de tanta gente igual, de ver todos los días lo mismo, de ir para atrás en vez de adelante.
Me hartan todos y todo.
Me aburrieron, luego me hartaron y al final me amargaron.
Me harté de estar aburrida, y por eso me amargué. Y quise mandar a toda la gente que me aburría a la chingada...pero no pude, porque entonces iba a mandar a todo mundo y me iba a quedar sola.Y no quería estar sola.
Pero luego ese miedo me dio igual, y de repente la misantropía brotó como nunca en un cuerpo tan joven como el mío. Me dieron igual mis papás, y mis maestros, y mis calificaciones, y mis compañeros, y mis amigos...hasta el amor de mi vida me dio igual.
Al principio yo deseaba tanto que él me dijera "Mi amor, hártate de todos menos de mí..." pero no, y no fue porque yo no le importara lo suficiente, fue porque yo ni siquiera le importaba.
Y eso me amargó más.
Yo no le importaba tanto como él a mí, y comencé a querer importarle, y me harté de que no me hiciera caso, y me aburrí de que no me hiciera caso, y luego me amargó que no me hiciera caso.
Y lo odié a él, y odié a todos...y me aburrí de odiarlos, entonces dejé de odiarlos.
Quería quererlos, quería amarlos...pero ya no tenía a nadie a quien amar, porque todos me habían aburrido...y había mandado a volar a todos.
Y entonces yo también volé...

...me harté de todos, hasta de ti.

Trágicos amantes.

Empiezas escribiendo unas cosas, y terminas escribiendo otras.
Porque no quieres afrontarlo.
Lo aceptas, pero no lo piensas
...no quieres pensarlo.

Es una incógnita saber qué duele más;
un amor que poco a poco se va consumiendo,
en el que ambos amantes se dan cuenta...
en el que sólo uno de ellos sufre poco a poco,
como una lenta y consiente tortura...

O un amor que no anunció su fin,
que ni siquiera le da tiempo de consumirse;
que se va así como así,
sin decir más, sin decir nada, sin siquiera hablar.
Se va, de la noche a la mañana;
dejando a uno de sus amantes roto de repente,
...se va.

El dolor lento que avisa y tortura,
o el que ni siquiera ves porque cuando te das cuenta,
ya pasó...no tuviste tiempo ni de intentar frenarlo.

Cuando somos jóvenes, muy jóvenes,
ponemos los sentimientos por encima de nuestros deseos.
Preferimos amar, que tocar.
Preferimos ser amados, que ser tocados.

Cuando crecemos, los secretos aparecen;
los amantes se hacen presentes,
y ponemos los deseos por encima de los sentimientos,
sentimientos que se consumieron poco a poco, o de un día para otro.
Y preferimos ser tocados, que ser amados.

¿Es que madurar significa sustituir el amor por la lujuria?

La diferencia de un amor que poco a poco se va yendo,
en el que uno de los amantes quiere dejarlo ir,
y el otro deja que se vaya...
es que uno de ellos sigue muy enamorado,
pero se resigna a la lenta y dura tortura,
de intentar disfrutar el tiempo que tarde ese amor en consumirse.

Por el contrario, en el otro amor,
uno de los amantes decide dejar a eso; su amante,
por alguien a quien sí ama. La deja de un día para otro,
sin siquiera avisarle...porque no hay nada que avisar;
son amantes, son secretos, ella no era la indicada,
y lo sabía. Él no la amaba a ella, porque así debía ser.
Aunque ella...
...aunque ella sí lo amara a él.

No sé qué duele más.

Humanos.

¿Quiénes somos nosotros para medir el dolor?,
¿Qué somos nosotros para medir el dolor?
Nada. El dolor es dolor. Y nosotros somos humanos.
Siempre, en todas partes.
Nosotros sentimos el dolor, llevamos el dolor adentro.
Y como casi todo lo que hay dentro de nosotros, el dolor no se controla
...el dolor nos controla.


martes, 8 de mayo de 2012

Ni la cebolla me hace llorar.

Esas gotas que resbalan de mis ojos...
¿Son tristeza?, ¿felicidad?, ¿amor?, ¿desamor?, ¿capricho?...
No, ninguna.          Son orgullo.
Orgullo que mi garganta se traga, que mis manos esconden, que mis piernas frenan...
...pero que mis ojos sacan.
Es lógico, si tengo tanta mierda de orgullo atorado en el cuerpo, de alguna manera tiene que salir.
Esa rabia de no tener lo que quiero, de no sentirme como quiero...
Ni cuando me parten el corazón, ni cuando me tropiezo y me caigo, ni cuando te voy a extrañar, ni cuando me acercan la cebolla....
Ni la cebolla me hace llorar.
Tú alzas la voz, yo bajo la cabeza. Tú apuntas, yo disparo. Tú ordenas, yo hago caso.
No nací para que me manden, no nací para que me griten, no nací con tanto orgullo...     No nací para llorar.
Veo un espejo, y me reflejo. Mis ojos se reflejan. Mis mejillas se reflejan. El agua se refleja. Mi orgullo, no...
El orgullo es mío.
Nunca lloro, CASI nunca lloro. Ni siquiera el espejo me ve llorar...
Pero mi orgullo tiene que salir, y es ahí cuando lloro.
Entonces, el espejo me ve llorar.          Pero tú no.
Y yo siento mi orgullo.                         Pero tú no.
Yo sé cómo el espejo se sorprende de ver agua en mis ojos, y yo también.
Nunca lloro...CASI nunca lloro.
Porque ni la cebolla, me hace llorar.     Pero tú sí.

lunes, 7 de mayo de 2012

Somos migajas.

Somos migajas.
Cuando bajo la cabeza, veo migajas más diminutas que yo; insectos, rocas, granos de arena...
Pero cuando alzo la vista de mañana, me topo con un cielo azul al que no le veo principio, y menos fin. Me topo con las nubes; suaves, blancas...enormes.
Al anochecer, observo las estrellas. Nuestros ojos no tienen la capacidad suficiente para poder observarlas como realmente son, entonces al encontrarse a tanta distancia nuestra, nosotros las vemos diminutas. ¿Cómo es que podemos ver a una estrella, diminuta?, si nosotros somos migajas a su lado...
Entonces me invade un terror cósmico, y cada vez me hago más pequeña.
La estrella comparada con el sol, el sol comparado con el vacío, el vacío comparado con el universo...
No somos nada, somos insignificantes.
Pero lo insignificantes, no nos quita lo humanos.
Podemos sentir (placer), podemos gritar (palabras), podemos correr (en dos piernas), podemos hablar (en más de 100 idiomas), podemos razonar...pero sobre todo, podemos amar.
Seres tan pequeños, tan diminutos, tan insignificantes...
...pueden amar.
La razón y el corazón nos diferencian de todo, nos hace humanos. Aunque haya humanos que no razonen ni tengan corazón...entonces resulta una ironía todo esto.
¿Cómo es que migajas como nosotros, podemos sentir algo tan grande como el amor?
Si el amor fuera una cosa material, o que pudiéramos apreciar con la vista...le ganaría a todo. Le ganaría a las nubes, a las estrellas, al cielo, al vacío, al universo...
Y el amor cabe dentro de todos nosotros.


Y el amor eres tú....