Somos migajas.
Cuando bajo la cabeza, veo migajas más diminutas que yo; insectos, rocas, granos de arena...
Pero cuando alzo la vista de mañana, me topo con un cielo azul al que no le veo principio, y menos fin. Me topo con las nubes; suaves, blancas...enormes.
Al anochecer, observo las estrellas. Nuestros ojos no tienen la capacidad suficiente para poder observarlas como realmente son, entonces al encontrarse a tanta distancia nuestra, nosotros las vemos diminutas. ¿Cómo es que podemos ver a una estrella, diminuta?, si nosotros somos migajas a su lado...
Entonces me invade un terror cósmico, y cada vez me hago más pequeña.
La estrella comparada con el sol, el sol comparado con el vacío, el vacío comparado con el universo...
No somos nada, somos insignificantes.
Pero lo insignificantes, no nos quita lo humanos.
Podemos sentir (placer), podemos gritar (palabras), podemos correr (en dos piernas), podemos hablar (en más de 100 idiomas), podemos razonar...pero sobre todo, podemos amar.
Seres tan pequeños, tan diminutos, tan insignificantes...
...pueden amar.
La razón y el corazón nos diferencian de todo, nos hace humanos. Aunque haya humanos que no razonen ni tengan corazón...entonces resulta una ironía todo esto.
¿Cómo es que migajas como nosotros, podemos sentir algo tan grande como el amor?
Si el amor fuera una cosa material, o que pudiéramos apreciar con la vista...le ganaría a todo. Le ganaría a las nubes, a las estrellas, al cielo, al vacío, al universo...
Y el amor cabe dentro de todos nosotros.
Y el amor eres tú....
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